Hay tópicos de la agenda educativa que suelen ser dominados por el sentido común y que, por lo mismo, nos obligan a ordenar ideas y revisar posiciones. La permanencia de la repitencia como norma en relación con los desempeños de los y las estudiantes es uno de ellos.
Se puede afirmar que la existencia de la repitencia no contribuye a mejorar los aprendizajes, hace ya muchos años que es regla y no ha demostrado su éxito sino más bien sus limitaciones para mejorar las trayectorias y los aprendizajes de quienes deben perder un año de su vida para volver a cursar lo ya cursado. Esa pérdida incluye dejar de compartir de manera cotidiana el tiempo y el espacio escolar con amigos/as y compañeros/as de curso y, en algunos casos, cambiar de escuela. La repitencia ha sido más un castigo o una sanción que un medio de compensación de saberes y capacidades.
Hay un gráfico muy elocuente que no siempre se considera al presentar los resultados de las evaluaciones de aprendizaje en Argentina y evidencia esto que señalamos: repetir no garantiza la mejora, al contrario, sigue siendo parte del problema, otro factor que no resuelve el acceso a aprendizajes básicos ni relevantes.
El 25,9% de quienes cursaban el último año del nivel secundario en 2019 tenía rendimientos por debajo del nivel básico en lengua y había repetido en algún momento de su trayectoria escolar en el nivel primario o en el secundario. En el universo de estudiantes sin repitencias acumuladas, ese valor desciende al 14%. En Matemática la situación es aún más grave.
Cómo resolver el pasaje entre años de estudio de quienes no logran acceder a los niveles de logro establecidos para cada asignatura es una cuestión que requiere “pensar fuera de la caja”. Lejos de ser algo sencillo implica una logística para la organización de esos grupos de estudiantes y un tipo de seguimiento (personalizado) que ni los espacios, ni los cargos y designaciones docentes ni los tiempos escolares actuales albergan de manera directa. Implica una reingeniería no sólo para enseñar de otra manera eso que no pudo ser aprendido en el curso de un año. Las estrategias de nivelación y de aceleración que algunas provincias han implementado demuestran que existe otro modo (no anualizado) para enseñar y aprender. Asimismo, los espacios de tutorías a cargo de otros perfiles docentes, los esquemas de organización de secciones múltiples, de plurigrado o de pluriaño, ya acostumbrados a sortear la caja del monocurso y de la graduación rígida, son algunas de las formas que organizan otros modos de trabajo, aunque actualmente son marginales y en general están destinadas a tipos particulares de instituciones y/o de estudiantes.
La pandemia obligó, con su contundencia, a transitar otros modos de trabajar, de vivir, de aprender y de enseñar y a poner en perspectiva los asuntos más importantes. Es hora de preguntarnos cuál es el motivo o la razón pedagógica para que “repetir” un año de estudio o varios sea hoy una tecnología apropiada para nuestros/as niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Algunas investigaciones dan cuenta que terminar el secundario puede insumir de 8 a 12 años para algunos/as estudiantes[1].
Ya existen modelos institucionales y pedagógicos que resuelven las dificultades para cada asignatura sin obligar a invertir un año de tiempo para volver a cursar materias ya aprobadas. Conocer cómo han trabajado con sus estudiantes puede ser una vía para abrir esa caja que hoy cierra opciones para jóvenes que eligen abandonar un camino en lugar de resolver y afrontar diferentes tipos de limitaciones (propias o ajenas, subjetivas o institucionales).
Conocer la perspectiva de los/as estudiantes también permite poner en perspectiva los efectos de formatos y dispositivos que han perdido su eficacia.
Una encuesta realizada recientemente por UNICEF y por el SIEMPRO a adolescentes y jóvenes que no asisten a la escuela, cuando interroga por los motivos del abandono obtiene que el 49% de las razones esgrimidas son escolares. El principal argumento refiere a la falta de sentido o al desinterés que hoy tiene para los/as jóvenes, cuestión no menor que también requiere transformaciones a la propuesta formativa actual. Haber repetido es otro de los motivos que se señalan. Otro dato que invita a revisar posiciones, normativas y esquemas para transformar la secundaria.
[1] El seguimiento de egresados/as realizado por el INET da cuenta de esa situación para estudiantes de escuelas técnicas y un artículo que presenta la tesis doctoral de Bárbara Briscioli también ofrece esta evidencia.
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sd